"En El ritmo del derrumbe la voz de Tamara se nos revela en un tono
casi confesional, como susurrándonos al oído pequeños secretos
que se deslizan en forma de versos, suaves oleadas ingeniosamente
dosificadas a lo largo del poemario, tiñendo la atmosfera de nostalgia,
de un halo de intimidad que por momentos logra hacernos creer
que nos habla a nosotros únicamente y no a ningún otro."
"En El ritmo del derrumbe la voz de Tamara se nos revela en un tono
casi confesional, como susurrándonos al oído pequeños secretos
que se deslizan en forma de versos, suaves oleadas ingeniosamente
dosificadas a lo largo del poemario, tiñendo la atmosfera de nostalgia,
de un halo de intimidad que por momentos logra hacernos creer
que nos habla a nosotros únicamente y no a ningún otro."